DESPERTÉ
GEOMETRÍAS
¡Desperté!, y la soledad fue mi única compañera. Silencio, vacío y frío, mucho frío. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí; miré a todos los lados y, como única luz, tenía las estrellas.
Empecé a andar y a cada paso que daba, a cada sonido que oía, mi corazón se aceleraba más y más, mientras el miedo se apoderaba de mi existencia. Ese miedo a lo desconocido, al no saber, que me hacía enloquecer. Y, entonces, la vi. Vi esa luz a lo lejos, una luz de fuego, como si algo se quemara. Por un instante no supe qué hacer. ¿Correr hasta allí?...Allí seguro encontraría a alguien. Y si quién o quiénes fueran los que me llevaron hasta allí, estaban en esa luz...¿Qué haría entonces?
Comencé, confundida y aturdida, a andar hacia allí y, después de un rato caminando, ya empecé a ver la luz cada vez más cerca. Como algo instintivo, mis pasos se hicieron más cortos y silenciosos, mientras mi respiración se aceleraba irremediablemente por el miedo a lo que no vemos, o no sabemos.... Y la vi, una pequeña cabaña, casi en ruinas, con grandes grietas en su puerta, por las que salía una luz ardiente. También había humo, mucho humo saliendo por la chimenea. Fui acercándome poco a poco, y los oí. El ritmo de mi corazón hizo que mi respiración desapareciese por completo. No entendí nada, ni podía recordar nada, no sabía si esa gente que oía en el interior de esa cabaña era quien me llevó hasta allí, no sabía si ellos me buscaban, o si, simplemente, no me conocían y solo fui yo la que los encontré.
Y ahí estaba yo, helada, magullada y muerta de miedo, sin saber qué hacer, no sabía ni qué pensar...¡Dios, por favor, ayúdame! Pensé. Y allí me quedé. Me quedé quieta, inmóvil, pegada a la pared trasera de la cabaña, como si nada pasara, como si todo fuera a dejar de pasar. Esas estrellas, no sé si era yo, o mi cansancio y mi perturbación, pero esas miles y pequeñas luces luminosas, me relajaban, me daban paz.
Y ahí estaba yo, helada, magullada y muerta de miedo, sin saber qué hacer, no sabía ni qué pensar...¡Dios, por favor, ayúdame! Pensé. Y allí me quedé. Me quedé quieta, inmóvil, pegada a la pared trasera de la cabaña, como si nada pasara, como si todo fuera a dejar de pasar. Esas estrellas, no sé si era yo, o mi cansancio y mi perturbación, pero esas miles y pequeñas luces luminosas, me relajaban, me daban paz.
El cansancio y esa paz que me transmitían debió dejarme dormida porque solo recuerdo al abrir mis ojos ansiedad por recordar cómo me dormí. ¡Pero, Dios qué paz y qué sensación de bienestar al darme cuenta de que estaba en mi cama, mi cama, mi habitación, mi casa...!
Una pesadilla se supone que fue eso. Una pesadilla, pero tan real que jamás, jamás sentí una sensación así y, digo sentir, porque yo lo viví como real... Tal vez, demasiado real, pensé, mientras miraba mis pies y rodillas magullladas....
MONTSE 2ºA
Comentarios
Publicar un comentario