III EDICIÓN LA LUZ QUE ME INSPIRA...

El pasado 5 de noviembre se entregaron en horario lectivo los premios de la III edición del Certamen Literario La luz que me inspira...

 Las ganadoras han sido:

  • Categoría Competencias Básicas: María Gil Carrrión.
  • Categoría ESPA: Elsa Llambo Anchatuña.
  • Categoría Pruebas de Acceso: Juani Osete Gómez.
 Los premios han consistido en un ejemplar de El infinito en un junco de Irene Vallejo y la fotografía de Antonio Martínez Tomás en la que se han inspirado.

 


 ALGODONES



HOMENAJE A MI PUEBLO 

Hace algunos años en este pueblo yo nací,

del que orgullosa me siento y en el que soy muy feliz. 

Mi pueblo se llama Jumilla, jamás de él me separé,

aquí crecía y crecía y aquí me hice mujer.

Yo nací en una calle, quizá de las más antiguas,

tenía tres metros escasos, pero una calle bonita.

Mi calle es Acomodadas, así es como la llamaron, 

se encuentra entre Santa María y la iglesia de Santiago.

Cerca de Santa María estaban los lavaderos,

que yo frecuenté bastante, 

bajaba a lavar de la mano de mi madre.

Estos lavaderos se conocían por Los Caños,

había un pilón muy grande donde paraban los carros 

y bebían los animales.

Y no olvidemos Santiago, monumento real 

que merece tener el nombre de pequeña catedral.

Recordemos nuestro monte tan nombrado y tan bonito,

al que Jumilla hace honor a nuestro santísimo Cristo.

Este monte con el nombre de abuelica Santa Ana 

y esos padres franciscanos por su labor tan humana.

El castillo, los museos, los jardines, su gastronomía,

sus vinos...

Esa Semana Santa con sus venerado Cristo,

todo esto me hace gritar: ¡Olé, mi pueblo bonito!

Jumilla está adornada de cosas que son muy bellas,

que la hacen diferente 

y su perfume lo da su buen vino y su buena gente.

Jumilla es un pueblo noble y con gran historia

que merece un homenaje y recordar bien sus memorias.

Por eso me he decidido a escribir esta poesía y en ella 

me he inspirado para hacerles un homenaje 

a Jumilla y sus jumillanos.


MARÍA GIL CARRIÓN (COMPETENCIAS BÁSICAS)


MONASTRELL


RENACER

Una noche de tormenta, un día de tormenta, catorce años de tormenta por un mal querer.

Maldita la hora en que se cruzó en tu camino, mala gente... ¿Qué te han hecho?

Tú que eres una persona pasional, visceral, que te entregas en cuerpo y alma. ¡Cómo te ha dejado! Rota... Vacía por dentro y rota por fuera, como un tronco vetusto y viejo.

Tienes las raíces inundadas de rabia y dolor, tu espíritu se ha marchitado como un rosal abandonado en el camino, se ha apoderado de ti la tristeza, no puedes, reniegas de todo, no sabes, no quieres decir:¡Ayúdame! Necesito aire, necesito luz, quiero respirar, me ahogo. Necesito la luz del sol cuando amanece en el horizonte que va inundando de luz tibia y cálida los campos plagados de vides, con su fruto empapado en el rocío de la mañana, cual lágrima de niña. Necesito la luz del sol que bañe mi cara, mi pelo, mis manos, mi cuerpo, mi alma, que ilumine mi camino dorado como miel de azahar, que haga brotar la vida dulce y alegre que ofrece mi corazón, que la savia que recorre mi cuerpo se transforme en vida, en luz, en ilusión, en amor...

¡Grita, hermana, pide ayuda, que no estás sola! Y recuerda que siempre sale el sol.
Ha resultado muy duro para ti dar el paso, quitarte el lastre que te atormentaba la vida  no te dejaba avanzar como persona, totalmente anulada, la sombra del otro...

Pides amor, pero amor del bueno, que lo hay, aunque tú aún estés sumida en la oscuridad de la noche, noche eterna y lúgubre, donde las horas no tienen fin y los pensamientos oscurecen tu alma, tu corazón y secan tu espíritu, maldita la noche.

Amor que te brindan las personas que más te quieren, que siempre van a estar ahí sin reprocharte nada, sin culparte de tu decisión, dándote el tiempo que necesites.

Personas que te han soportado en tu decadencia con el corazón encogido por no saber qué hacer para liberarte de esa carga tan pesada que llevas sobre tus hombros, gritando en silencio para no perturbar tu alma henchida de dolor. ¡Maldito sea! Piensan. Ese sinvivir que padecen en silencio porque son incapaces de emitir una queja, un lamento, sin derramar una lágrima, dejando sus problemas de lado y solo viendo por tus ojos secos de tanto llorar.

Poco a poco, paso a paso, lentamente, vas abriendo los ojos, dejas se mirar atrás y, como nada es eterno, un día por fin sale el sol, más fuerte y brillante que nunca y, como el Ave Fénix que resurge de sus cenizas, ahí estás tú, renaciendo, como el pequeño sarmiento, absorbiendo la vida, la fuerza de la tierra, la luz, el aire que acaricia tu sien, ahora con la expresión amable y calmada, aunque las heridas han dejado sus huellas... No tratas de ocultarlas, forman parte de ti, de tu alma , las llevas marcadas a fuego, son tu escudo, aunque aún desconfías, poco a poco vas perdiendo el miedo a vivir y en tu rostro se dibuja una sonrisa cálida y serena, y en tus labios, vuelve a sonar la risa y ya no tienes miedo. La ilusión ha vuelto para instalarse a tu lado y, aunque de vez en cuando vuelve la tormenta y los malos pensamientos, tú ya eres fuerte, no quieres volver atrás, buscas la luz y miras al cielo, ríes y piensas: nunca es tarde para volver a empezar.


JUANA OSETE GARCÍA (PRUEBAS DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD)



CORTIJO Y ENCINA



En una noche llena de estrellas que dan color al cielo, en una montaña hay un árbol de encina lleno de vida, hermoso, con su tronco grueso, sus ramas cargadas de hojas verdes... Tiene amigos a su alrededor, lo vieron crecer, veían como cada día le salían ramas por cada lado de su tronco, sus hojas, por la noche disfrutaba más al ver el cielo que está cargado de estrellas.

Las noches como esa la emocionaban mucho, porque se sentía alegre, movía sus ramas como si bailaran, hacía un ruido tan hermoso al moverse, tenía un amigo que siempre ha estado con ella, que es el cortijo.

El cortijo le dijo:- Encina, ¿por qué estás alegre? Y ella le contestó: -Es una noche de iluminación y la tengo que disfrutar. Entonces el cortijo invitó a todos los animales que vivían en la montaña, especialmente a los ratones,  a quienes les gustaba la bellota de la encina.

Iba pasando la noche y cada vez eran más los animales que venían a verla bailar con sus ramas, la encina agradecía a los animales por acudir a la montaña donde estaba ella.

En una noche cálida de verano, la encina veía que se acercaban a ella, pero no sabía quién era. De repente, mira y ve que es una persona que está caminando por el campo, le dice al cortijo: -Tenemos visita, alguien viene a vernos.

Era una mujer que estaba subiendo a la montaña a ver que podía encontrar en el cortijo, la curiosidad era tan grande que se acercó y observó que era de hace muchos años, pero a pesar de ese tiempo, estaba en muy buen estado, mira a la encina que es tan hermosa y la acaricia, diciéndole que es un árbol grande, que tiene muchas ramas y en los días de calor le da sombra al cortijo para que no se vaya destruyendo.

La encina y el cortijo eran grandes compañeros, siempre estaban juntos y muy unidos.

Así pasaban los días, cada uno disfruta de su amistad, de su alegría y de las noches estrelladas que les dan más vida.

La montaña agradece poder estar junto a ella, ser una magnífica compañía para todos los que viven en la montaña y ser unos grandes amigos. 



ELSA LLAMBO ANCHATUÑA

(I ESPA)













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